Eugenio Rodríguez nació en el paraje Arroyo González, Departamento San Roque (Corrientes) el 13 de Noviembre de 1936.
Miembro de una familia de músicos, de sus tíos músicos aficcionados recibió las primeras lecciones musicales.
En su adolescencia comenzó a realizar presentaciones en bailes de campo y fiestas patronales, acompañado de su hermano Faustino en acordeón bajo el nombre de los ““Hermanos Rodríguez”.
En el año 1964, siempre junto a su hermano. formaron el conjunto “Armonía regional”, con el que se presentaron profesionalmente entre los años 1964 y 1968, grabando un disco “doble“ de 4 temas.
En el año 1969 nació el celebrado conjunto “Los Sanroqueños”, con Faustino en acordeón, Eugenio en bandoneón, las voces y guitarras de los “Hermanos Colman”, Diógenes y Néstor, oriundos de General San Martín, Chaco y Héctor López, también chaqueño. Rápidamente se convirtieron en una verdadera sensación chamamecera, por lo que fueron contratados por el sello “Asunción”, para el que grabaron las placas “Campo rincón”, “Recordando a San Roque” y “Noviecita lugareña”.
A mediados de la década del 70 se retiró Faustino Rodríguez, continuando Eugenio con la dirección del conjunto “Los Sanroqueños”, grabando para el sello “Vedette” otras dos placas discográficas.
En la década del 80 Eugenio Rodríguez abandonó la actividad artística, radicándose en la capital de Corrientes para dedicarse a la reparación de instrumentos musicales.
Prolífico compositor Eugenio Rodríguez es autor como “El resorte”, “El rubio Leiva”, “Camba Barullo”, “Doña Justina”, “El sanroqueño”, “Ya sin esperanza”, “Campo Rincón”, “Guazu mogote” y “Carai Lorenzo Maya” por citar algunas.
Alejado de los escenarios Eugenio Rodríguez está radicado en la capital de Corrientes dedicado a sus labores de luthería.
Absoluto autodidacta, pues apenas terminó la escuela primaria, nunca dejó de leer, «hasta el canto del papel», expresó alguien. «Y está con la guitarra a cuestas desde que se levanta». Tenía gran facilidad para versificar y para que sus improvisaciones no se extraviasen, publicó sencillos librillos que se vendían por pocos centavos, fueron unos veinte. El primero lo tituló: “Versos en papel de astrasa”.
Adquirió conocimientos de contrapunto y armonía y la perfección la buscaba en cada lugar nuevo que visitaba. Preguntaba por un profesor de música y así practicaba y se formaba.
Tenía muchas particularidades, una de ellas era cantar en versos pampeanos el argumento de “Divina Comedia” del Dante. Al terminar su actuación, se lo hacía saber al público que lo aplaudía aún más. Cuando le preguntaban por qué lo hacía respondía: «Para que la gente lo conozca y lo aprenda».
Agnóstico como fue gran parte de su vida, se volcó a la religión. También buscaba al cura de cada pueblo para conversar con él, porque así obtenía información del lugar visitado, además de entablar y ganar una amistad nueva. Si bien leía mucho no fue de formar biblioteca particular: «Hay que hacer rodar los libros porque si no quedan muertos».
En sus recorridas se hizo amigo de Eduardo Falú y de los padres de los que luego fueron “Los Indios Tacunau”. A Buenos Aires no se adaptó, pero tuvo tiempo de ser socio fundador de SADAIC y trabar amistad con el reconocido maestro Abel Fleury, a quien acompañó en varios programas radiales y también, con su colega José Canet.
Registró en SADAIC 54 temas, pero fueron muy pocos los que se grabaron. Bohemio impenitente como era, le alcanzaba con muy poco para vivir y no anduvo mostrando lo suyo para que le grabaran discos, pero algunos llegaron, y otros, aunque sin figurar su nombre, también le pertenecen. Son suyos y cuando le reprochaban, respondía que al menos debía ganarse el café con leche.
Sus temas grabados fueron: el tango “Serpentinas de esperanza”, con música de Canet, por Miguel Caló con Carlos Dante (1935); Ángel D’Agostino con Ángel Vargas (1945) y Fernando Díaz con guitarras (1935). “La pialada”, milonga con Domingo Plateroti (según Alejandro Iena fue compuesta por Raúl Ibarrolaza), por Los Indios Tacunau. “Ranchera de los perros”, con Silvio Di Pascal, por Rafael Rossi en 1973.
También vecinos y familiares afirmaban que otro tango suyo, “Madrigal”, estuvo en el repertorio de Gardel aunque sin llegar al disco. Y el director del diario “Aquí Ranchos” aseguró haber tenido no sólo la partitura con la foto del cantor si no, además, un acetato. Pero salvo quien lo dijo nadie pudo confirmar esto último.
Además de los nombrados, colaboraron con él José Luis Anastasio (verdadero nombre del cantor Carlos Mayel -quien actuó con Osvaldo Fresedo) en “Leyenda sureña”; Marcos Casali, “Canuto”, en “La caravana pasa”; Enrique Barcia en “La de los novios” y su amigo Ricardo Ibarraolaza, autor del "Himno a General Belgrano", con quien ganó —entre mil postulantes— el Premio Nacional PAMI con el tango “Domingo al sol”.
Alguien dijo en voz baja: «Esto es confidencial. Pero puede publicarse. Murió de tristeza, como las calandrias, porque cuando enfermó le quitaron la guitarra. La vendieron para poder construirle su tumba. Su esposa lo sobrevivió diez años». En el año 2009, declararon su tumba como Monumento Histórico Cultural de General Belgrano.
Otro de sus grandes amigos, Domingo Bordegaray, dijo: «El Ñato con su guitarra cantó en árabe el “Capricho” de Tárraga, retozó en “Un momento” de Alais y había llorado en “Una lágrima” interpretada por Sagreras».
La información sobre su vida llegó gracias a María Susana Gatti, sobrina de Afner, hija de su hermano Efraín; a María Esther Rubiera, sobrina de Chona; a Alejandro Iena, periodista del diario El Sur, de General Belgrano; a Ana Belén Martín, una de las responsables del área de turismo de la Municipalidad de General Paz (Ranchos) y, en la persona del señor Amarante, a todos los vecinos de Ranchos y General Belgrano que, con todo cariño, aportaron datos y documentos para éste homenaje.

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