El bonaerense de San Martín es uno de los símbolos del payador. |
Nació en el pueblo de San Martín (Prov. de Buenos Aires), el 20 de febrero de 1862. Hijo de Manuel Trejo y de Eustaquia Calderón. Muerto su padre en 1873, cuando sólo contaba once años, fue a trabajar a una imprenta donde aprendió el oficio de tipógrafo. Desde muy joven fue un lector perseverante que le proporcionó una cultura vasta.
Hacia 1880, decidió abandonar la imprenta, para ingresar de meritorio en los Tribunales de Buenos Aires. En virtud de la práctica notarial que adquirió, obtuvo el título de escribano público, en 1889, fecha en que abandonó aquel puesto. Su idoneidad le permitió formar una selecta clientela.
Sin embargo, actuó en los ambientes circenses y teatrales. Frente a su casa de la calle Charcas 4002 frecuentó el almacén de la Milonga donde aprendió a bordonear las milongas y los cielitos guitarreados. Educado en payar, se las vio en 1880 con rivales de la talla de Gabino Ezeiza y Pablo J. Vázquez. El moreno lo venció por primera vez y con él volvió a payar en el barrio de San Telmo, en el Salón La Plata ante la presencia de 1.200 personas que los ovacionaron. La Cancha Moreno fue también escenario de sus payadas históricas con Vázquez. Su nombre apareció entremezclado en las realizadas en Puente Alsina, en el Hansen de Palermo y en el Belvedere de la Recoleta.
En 1895, fue presidente de la Sociedad de Actores Dramáticos, y vicepresidente de la que se constituyó en 1901, bajo el rubro de Sociedad de Artistas Líricos y Dramáticos. Se inició como cronista en “El Eco de las Niñas”. Pero su actividad de eximio payador, y más tarde, de exitoso sainetero lo demoraron hasta que en 1902, comenzó a publicar colaboraciones en “Fray Mocho” y “Caras y Caretas”, con relatos de tipo costumbrista.
Después ingresó a la redacción del diario “La Razón”, de su amigo Cortejarena. En 1905, fue electo diputado nacional por la Unión Cívica Radical. Su figura de guitarrero pasó por el teatro Pasatiempo, y por el café Sabatino. Hacia 1910, frecuentó el Café de los Inmortales, donde vivió la bohemia porteña al lado de preclaras figuras.
Formó parte de la comisión directiva de la Sociedad General de Autores de la Argentina (Argentores), durante el período de 1910-11. Logró ser el más representativo cultor del sainete y de cuadros costumbristas. Escribió numerosas obras, entre las que se destacan La Guardia Nacional (1894); El Registro Civil y El testamento ológrafo, ambas de 1895; Los Políticos (1897); Los vividores (1902), Los inquilinos (1907); El matador de tigres (1911); Las mujeres lindas (1926); Los óleos del chico, La fiesta de don Marcos. Casos y cosas; Frutas y verduras, Los devotos y otras. Sus obras fueron siempre éxitos rotundos. “Los políticos” se representó en 600 oportunidades.
Fue uno de los primeros autores de teatro cuyas obras se representaron en el exterior. Con los cuadros netamente criollos de las 55 obras escritas por su pluma activa, mantuvo con éxito diversas temporadas españolas. Algunas de sus piezas contienen alusiones satíricas a determinados personajes que imperaban en ese entonces en la política, y tuvo tal certeza en sus creaciones, que daba margen a los actores para sobresalir en la escena, y muchos de ellos le deben su popularidad. Sus obras fueron hábilmente interpretadas por el artista español Abelardo Lastra.
Nuestro biografiado fue un autor fecundo, de relieve, aunque no realizó una labor intelectual formal. No hay en sus obras complicaciones sicológicas, ni de difícil comprensión; campea en ellas, un optimismo sano y sencillo, creando así un clima perdurable de clara y limpia juventud.
En 1916, se enfermó de cuidado, y dada su situación crítica se organizó una función en su beneficio donde se representó su sainete “La Trilla” interpretado por la compañía Vittone-Pomar.
Su casa de la calle Urquiza era visitada por grandes personalidades que se preocuparon por el estado de su salud y afligente miseria. Falleció el 10 de noviembre de 1916. Esa misma noche en el Teatro Nuevo se representó su sainete “Las Víboras” que finalizó colmada de éxito por lo que el público solicitó la palabra del autor. Subió al escenario Rodolfo González Pacheco para pronunciar palabras plenas de recuerdo a Trejo que había fallecido “y que –dijo- ahora iremos a velar”. Sus restos fueron velados por la Sociedad de Autores, el Círculo de la Prensa y la Sociedad de Actores y recibieron sepultura en el Cementerio del Norte en la bóveda de su amigo Avelino Rolón. Lo despidieron con emotivas palabras Carlos M. Pacheco y Tito Livio Foppa.
Se había casado con Norberta Bono. Fue Trejo un artista intuitivo; en compensación a la exigua preparación literaria que le impidió acometer obras teatrales de grandes arrestos, está su inteligencia, sus facultades de sagaz observador, la gracia criolla nativa que sustituyeron, brillantemente, todo aquello que la falta de estudios no le permitió abordar. Sin embargo, figuró en colecciones antológicas de jerarquía, como “El Parnaso Argentino”. Un pasaje de la ciudad lleva su nombre.
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